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Cita a ciegas

"Ahí estaba yo. Es decir, Alex y mis tres drugos. O sea Pete, Georgie y Dim. Estábamos sentados en el Milk Bar Korova, exprimiéndonos las rasureras para encontrar algo con que ocupar la noche."
La Naranja Mecánica
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lunes, 3 de marzo de 2008

Una noche inolvidable

La noche lo prometía. Se podía intuir que algo distinto iba a ocurrir, simplemente hay veces que algo dentro de ti te congratula de advertirte que va a ser distinto. Comenzó como siempre, tragos con los amigos y desplazamientos de un antro a otro. El grado de embriaguez comenzaba a ser el optimo, lo que desataba mi parte más extrovertida. El calor que hacía en el bar hizo que saliese de una forma apresurada sin que mis amigos se diesen cuenta del movimiento. Me encontraba fuera del bar esperando que cayese algo especial y así fue. Ahí estaba ella, sentada en el bordillo enfrente del bar. No pude evitar fijarme en ella, realmente parecía una chica distinta, especial, pero había algo en su mirada que la hacía parecer triste. Nunca conseguí cambiar esa tristeza que había en sus ojos. Me acerqué a ella, me encontraba solo y eso me podía permitir ser yo mismo. La miré fijamente a los ojos y solo se me ocurrió decir hola. Ella contestó de la misma forma y se me quedó mirando esperando que dijese algo más, no lo hice, simplemente me senté a su lado y tras unos segundos de silencio le pregunté su nombre. Era bonito. Pocas veces me había sentido tan débil frente a una mujer, no tenía ningún tipo de repertorio para abordarla. Pero para mi sorpresa, ella sabía como me llamaba y el colegio de subnormales al que había ido. Al preguntarla porque tenía cara triste ella se limitó a decir que era el rostro que tenía siempre, lo cual la hizo parecer mucho más misteriosa. La conversación avanzó, y lo que hablábamos no eran temas banales precisamente. Seguimos hablando durante horas... la noche parecía mágica. Era la mujer con la mirada más profunda que había conocido nunca. La acompañé hasta el bar donde había quedado con sus amigas y entonces soltó el bombazo. Dentro de tres horas, se iba un mes de vacaciones. La tristeza se apoderó de mí. El hecho de que tuviese el celular roto solo consiguió hacer las cosas más difíciles. Nos despedimos, fue una despedida triste, realmente parecía que ella también lo sentía. Recuerdo que me cogió de la mano cuando me iba, eso solo lo hizo más duro. Pasaron los días y decidí llamarla, tenía el móvil fuera de servicio. Pasaron las semanas y cada vez que salía la buscaba por todos los bares pero nada. Pasaron los meses y me di por vencido, llegué a pensar que ya no la reconocería y perdí la esperanza en volverla a ver. Pasaron más de tres meses y un día que me encontraba con mis amigos en la discoteca de turno la volví a ver. Ese es uno de esos momentos que uno nunca olvida. Me miró, se dirigió hacia mi y me abrazó. En ese momento fui feliz. Fue perfecto, en ese momento un abrazo valía más que mil besos, su abrazo fue muy caliente, es lo poco que recuerdo. Bailamos, un hecho extraño en mi persona. Nos volvimos a abrazar, esta vez nos quedamos pegados. Nos miramos el uno al otro y nos besamos. El beso fue corto pero intenso, demasiado intenso para lo que luego iba a venir. Estaba completamente entregado, seguramente eso fue la que la animó a decirme la verdad. Después de la frase mágica, solo recuerdo que me di media vuelta y me dirigí a casa maldiciendo muchas cosas. Me costó dormir aquel día, la frase lapidaria era mucho más pesada de lo que yo pensaba. Estuve quedando para vernos a lo largo de un triste año solo para poder mirarla y sentirme embrujado, hasta que por fin entendí que no podía ser y que lo único que estaba consiguiendo era hacerme más daño a mi mismo. Paso el tiempo y gracias a mis compañeros comprendí que esa mujer no era para mi.

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